Carlos A. Guerrero

La expectativa llegó a su final cuando la pelota comenzó a rodar en el mítico estadio de Wembley. A meses del Mundial de Qatar, Argentina e Italia animaron un duelo cargado de historia en la Catedral del Fútbol. La Finalissima dirimió el título entre los campeones de América y Europa. Y el trofeo se tiñó de celeste y blanco a partir de los goles de Lautaro Martínez, Ángel Di María y Paulo Dybala.

Durante los primeros movimientos se vio una actitud agresiva del combinado albiceleste. Las proyecciones de Nicolás Tagliafico y Nicolás Molina por las bandas, junto con los envíos de Rodrigo De Paul y la velocidad de Ángel Di María representaron los argumentos más firmes de La Scaloneta para ponerse en ventaja desde un principio.

La Argentina tuvo una muestra de carácter y talento. A su Triple G de ganar, gustar y golear se le suma la C de la consagración y la I de la ilusión. A meses de la Copa del Mundo en Qatar, la Albiceleste volvió a reflejar que la esperanza de una nueva alegría es real. Como lo cantaron los propios protagonistas cuando terminó el partido, “que de la mano, de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”…