Carlos A. Guerrero

La campaña política está llegando a su fin y las elecciones PASO están a la vuelta de la esquina. El interés que la campaña ha despertado en el ciudadano común, dicen los analistas, parece ser nulo. Ante ello, y la tendencia al ausentismo y voto en blanco, preocupa en todos los niveles de la política la influencia que podría tener en los resultados.

El interrogante es qué puede estar sucediendo debajo de la superficie en un difícil marco social. Pero el foco parece limitado al nivel de participación. Es una franja muy heterogénea para intentar ganar o recuperar votos. Se suma el juego de encuestas, con diferencias significativas.

Cualquier resumen de encuestas sobre intención de voto para las PASO expone diferencias abismales entre los relevamientos. Es parte del juego de engaños, junto a los correspondientes recelos sobre autores y difusores. Pero las inquietudes de la mayoría de los candidatos no se nutren exclusivamente de esos números, sino también de las especulaciones sobre los niveles de participación y los ajustes de foco para sumar algo en esa incierta y heterogénea franja de electores. Eso, atado además a las dificultades para decodificar el clima social en los umbrales del cuarto oscuro, con datos que cruzan economía y política.

La cuestión de fondo es si está ocurriendo algo debajo de la superficie que nadie alcanza a ver, ni los sondeos ni los equipos de campaña. Es quizá el mayor componente de incertidumbre ¿El hartazgo de la gente se verá reflejado en el nivel de participación? ¿El voto en blanco tendrá niveles récord? ¿El ausentismo determinará significativamente los resultados de uno u otro espacio?

El mayor esfuerzo de los políticos respecto a esto estuvo reducido a tratar de explicar la baja en los niveles de participación en la seguidilla de 18 elecciones provinciales. El otro dato fue el voto en blanco, que osciló en los 5 puntos. No resultó alarmante, pero sí ineludible en una campaña que estuvo lejos de generar interés.

En ese conglomerado seguramente conviven desinterés puro, enojo y otras expresiones de la crisis económica y del desgaste político. El discurso del oficialismo prefiere ver “desilusionados” a los que habría que reconquistar. La oposición de diferente modo apunta a canalizar el malhumor y revertir la parte que les toca (aunque la gente también les conoce sobrados defectos). Y las hipótesis en general son dominadas por cálculos menores sobre beneficiarios o afectados por un mayor o menor grado de participación.

La exhortación a votar de casi todos los candidatos expone las dificultades irresueltas por una campaña que parece haber atraído a casi nadie. ¿Las respuestas a todas las preguntas? Las develará la gente el domingo, en medio de crisis y una pobreza que afecta al 40% de los argentinos, por responsabilidades compartidas de los bandos políticos mayoritarios.