Carlos A. Guerrero

El presidente Mauricio Macri admitió este lunes que el país atraviesa «una crisis» que «no es una más» y que debe «ser la última». Lo hizo en un mensaje grabado que brindó desde la Casa Rosada.  Allí, sin dar mayores detalles y tras advertir que el país está «en emergencia», adelantó la reducción de ministerios «a menos de la mitad» y el restablecimiento de las retenciones agropecuarias, un impuesto que calificó de «malísimo».

El diario El País, de España, lo calificó como “un paso a la desesperada por parte de Macri” y analizaron que llegó al poder con la promesa de que no habría ajuste, una palabra que provoca pesadillas a los argentinos, y ahora ha hecho todo lo contrario. Hoy ha anunciado un plan que sube impuestos y recorta gastos del Estado para contener el déficit y recuperar la confianza de los mercados. Los exportadores, los más beneficiados por la depreciación del peso, pagarán una retención extra de hasta 10% por cada dólar que reciban. Al mismo tiempo, el Gobierno reducirá sus costos operativos con la eliminación de 13 ministerios de un total de 23. La fórmula dejará en el haber 9.000 millones de dólares hasta diciembre de 2019”, analizaron en ese medio.

Las dudas sobre la capacidad de Argentina para acomodar sus cuentas y cumplir con sus obligaciones de deuda aceleraron la crisis financiera. El jueves pasado, el Gobierno subió los tipos de interés hasta el 60% para frenar la espiral descendente del peso, que perdió 16% de su valor en sólo un día. Macri prometió entonces a los inversores que en 2019 reducirá a cero el déficit. Enfrenta una tarea titánica: este año, el Estado tendrá un rojo de 2,6% del PBI. Para alcanzar las metas, el Presidente ha pedido ayuda al sector que más benefició cuando llegó al Gobierno, en diciembre de 2015. El campo, fuente de la mayor parte de los ingresos de divisas internacionales, acordó con el nuevo Gobierno una reducción gradual de las retenciones y luego ganó competitividad gracias a la devaluación del peso. De poco sirvieron ahora sus intentos por detener la subida de impuestos.

La decisión de Macri de gravar las exportaciones da una idea de la dimensión de la crisis, luego de prometer durante meses que no tocaría las retenciones. “Le vamos a pedir a los que más aportan a la economía, los que exportan, un impuesto malo, malísimo, que va en contra de lo que queremos fomentar. Pero les tengo que pedir que entiendan que es una emergencia y necesitamos de su apoyo”, dijo el presidente en un mensaje grabado de casi media hora.

La subida de impuestos no solo afecta al campo, sino a todo el sector exportador, aunque con diferencias por sectores. El Gobierno gravará las exportaciones primarias —en las que figuran soja, maíz y trigo, los tres principales cultivos— con cuatro pesos (casi 0,10 centavos de dólar) por cada dólar exportado y con tres pesos (0,08 centavos de dólar) por dólar a las demás, como las industriales y servicios. Con el impuesto espera recaudar 60.000 millones de pesos extras (1.500 millones de dólares) hasta diciembre y 280.000 millones de pesos (unos 7.200 millones de dólares) en 2019, equivalente al 1% del PBI.

El mayor recorte del gasto será en inversión pública: un 0,7% del PBI. Pero tendrá también un importante impacto en el bolsillo de los argentinos a través de la eliminación de subsidios al transporte y la electricidad. Esa medida supondrá otro tijeretazo del 0,5% del PBI. Finalmente, el Gobierno estableció un ahorro en remuneraciones y gastos operativos del 0,2% del PBI y del 0,2% en otros gastos corrientes.

Dujovne admitió que el duro ajuste diseñado por el Gobierno agravará la recesión para este año. Hace una semana, el titular de Economía anticipaba una contracción del 1%, que ahora podría duplicarse. Para paliar los efectos de la crisis en las clases más vulnerables el gasto en programas sociales crecerá un 0,3% el año que viene y se ampliará el programa oficial de control de precios en bienes de la canasta básica heredado del kirchnerismo, anunciaron.

El paquete de medidas económicas fue el resultado de un fin de semana frenético. Macri se encerró en la residencia oficial con su equipo y delineó el plan en medio de rumores de renuncia de ministros y nuevos nombres en el Gabinete. El apuro estaba justificado: esta misma noche, Dujovne viajará a Washington para convencer al Fondo Monetario Internacional (FMI) de que acelere la entrega de los 50.000 millones de dólares de rescate acordados en junio.

Hoy Macri habló a los mercados, para llevar calma, y también a la población, que ya ha encendido las alarmas de las peores crisis económicas. “Sé lo que sienten, les voy a explicar por qué cuando parecía que veníamos bien sentimos que volvemos para atrás. Les voy a hablar con el corazón”, dijo Macri en el arranque de su discurso.

Tomó aire cuando el texto sumaba dramatismo, estudió los silencios antes de algún pasaje incómodo y subió el tono cuando tuvo que pedir la confianza de sus electores. También disparó contra la herencia recibida (una vez más), aunque nunca nombró a su antecesora en el cargo, Cristina Fernández de Kirchner. Hacia el final, cuando había pasado casi media hora, recuperó el tono que le dio éxito en campaña, con llamados al optimismo y al cambio profundo.

“Sé que el mayor esfuerzo es el que están haciendo cada uno de ustedes y sus familias. El que hacen cuando se levantan y saben que el bolsillo aprieta. Tenemos que seguir juntos hacia adelante, tengo la fortaleza necesaria y estoy acá con ustedes, pero necesito que estemos juntos contra los predicadores del miedo. Cambiar es crecer y enfrentar las dificultades”, dijo Macri en medio de una furiosa tormenta que cubre al país.