Carlos A. Guerrero

Se conoció recientemente que fue dada de alta la paciente de 95 años que había contraído coronavirus en nuestra ciudad. Se trata de Haydeé Montes, reconocida vecina, que alegró a toda la comunidad por superar la enfermedad tras estar internada preventivamente en el Hospital Municipal.

 

El Museo Histórico compartió la novedad en facebook, expresando: “Haydée, la más pequeña de las hermanitas Montes diagnosticada con Covid ¡Fue dada de alta! Tremenda alegría”.

 

La historia de las hermanas Montes
Por Eliana Noelia Segovia, museóloga del Museo Histórico La Lobería Grande, compartida recientemente, en el mes de julio, en redes sociales.

En esta ocasión voy a contar la historia de tres mujeres. Ellas nacieron en Lobería. Dora Josefa Virginia, el 21 de mayo de 1921 en la sede de la Sociedad Cosmopolita, Amelia Catalina Pilar en la Tienda Blanco y Negro el 30 de abril de 1922 y Haydée Natividad, en la casa de calle España, el 25 de diciembre de 1924. Fueron sus padres Luciano Montes y María González.
Su madre enviudó en 1926 y asumió en soledad la crianza de las pequeñas, viviendo de la renta de varios locales y chacras que habían adquirido en vida de su esposo. Sus hijas cursaron los primeros años de la primaria en la escuela n° 1 y, los finalizaron y continuaron los estudios secundarios en Tandil, ciudad donde las cuatro mujeres se instalaron en 1936. En el Colegio de la Misericordia, Dora se recibió de Prof. de Corte y Confección y, en el Colegio Normal, sus hermanas obtuvieron el título de Maestra Normal.
Amelia fue la primera en diplomarse y ejercer, luego la siguió Haydée. En 1943 la familia se radicó nuevamente en Lobería. La mayor se ocupó de las tareas domésticas y del cuidado de su madre en tanto que, sus hermanas se incorporaron al cuerpo docente iniciando una aventura de valor incalculable.
La de mayor antigüedad consiguió trabajo en Las Nutrias pero, al poco tiempo fue convocada por la familia Pereyra Iraola para dar apertura a una escuela en la Ea. La Horqueta. Puesto en marcha el ambicioso proyecto pasó nuevamente a la escuela n° 17 donde permaneció varios años estableciendo vínculos con los Pueyrredón, más precisamente con Silvia Saavedra Lamas con quien compartió, junto al padre Vicente Alonso, misas en la capilla de la Ea. Santa Clara.
En cambio, suplir a su hermana en la estación ferroviaria hasta su reincorporación fue la primera experiencia laboral de Haydée. Luego pasó al establecimiento recientemente creado hasta 1946, año en que fue nombrada titular en la escuela n° 2 de Quequén, luego se trasladó a la escuela n° 6 en la que ejerció diez años y finalmente a la escuela n° 1, donde se jubiló.
En aquellos tiempos, las escuelas rurales eran “el alma de los campos” y las docentes trabajaban no sólo para lograr la diversidad de aprendizajes sino también para generar lazos sociales y comunitarios.
Generalmente, pasaban dos o tres semanas en los establecimientos ya que viajar en tren suponía un gasto importante y los salarios eran bajos.
Amelia, Dora y Haydée. En ese orden, que no es el de sus nacimientos. Pero no importa el orden, eran tres porque eran tres y punto.
Se movían juntas sin importar el destino. En crucero a Ushuaia (con un bolsón de lana para tejer durante la travesía), en ómnibus a La Quiaca, Bariloche o Córdoba y, en ciertas ocasiones, en un clásico e inolvidable Siam di Tella conducido por Amelia.
Hablaban obviamente de «nosotras» y referían a sus padres del mismo modo («mamita» y «papito», invariablemente). Querían y no querían y eran generosas, con esa dosis de recelo que suele revelarse más en el lenguaje que en los actos. Solían opinar al unísono, desconfiar al mismo tiempo y reír juntas.
Las docentes se jubilaron jóvenes, muy jóvenes, pero tuvieron una vida larga junto a Dora. Se cuidaron y acompañaron siempre, compartieron gustos, hábitos y amistades, porque eran tres.
Imposible no recordar a las tres hermanitas Montes. Amelia y Dora emprendieron un largo viaje. Haydée se quedó entre nosotros, ni sus 96 años ni la pandemia le han quitado las ganas de andar. Me la crucé ayer. Me puse feliz.