Carlos A. Guerrero

Argentina Mundial cuartos de final

Con gol de Higuaín, que no había podido marcar en los cuatro primeros partidos del equipo, Argentina le ganó 1 a 0 a Bélgica en el estadio Mane Garrincha de Brasilia. Es un gran paso, se terminó el maleficio: estamos en una semifinal de la Copa del Mundo tras 24 años sin conseguirlo (la última vez había sido en Itaia 90). El equipo argentino logró la ventaja a los 8 minutos del primer tiempo y manejó el transcurso del encuentro sin mayores sobresaltos.

Argentina lo hizo: fue 1-0 ante Bélgica y está en semifinales de un Mundial de fútbol. Pasaron 24 años, la espera fue larga, extremadamente larga para un país rico en talentos futbolístico. La última vez había sido en Italia ’90 con Maradona como emblema, hoy con Messi como guía. Aún falta y hay que jugar, pero está todo dado y hay que ir por ello. La próxima estación es Holanda o Costa Rica, que juegan a las 17, el miércoles en San Pablo.

El partido de cuartos de final fue mucho más amigable para la Argentina que los cuatro anteriores. Bélgica generó poco, no forzó el error de la Selección y dejó jugar. La Selección tampoco descolló, pero fue mejor que su rival y convirtió un gol rápido que muy probablemente haya roto los planes del equipo europeo. Lo hizo mediante el hombre que más lo necesitaba y al que más extrañaba: Gonzalo Higuaín, quien no había podido marcar en los 353 minutos anteriores que había disputado lo hizo hoy, con una volea que dejó sin opciones a Thibaut Courtouis a los 8 minutos de juego.

«Pipita» volvió a alimentarse con el gol cuando recibió una pelota sucia que venía de Ángel Di María, y llenó su empeine derecho para meter su mejor remate en este Mundial y anotar junto a la base de un palo.

Ese gol nutrió a la ilusión de que Argentina tendría un pase holgado a esa semifinal que se le negaba desde Italia 90 y que haría su mejor partido en esta Copa. Efectivamente el primer tiempo fue lo mejor que mostró, porque Biglia le sirvió mucho a Mascherano y Lavezzi cumplió al pie de la letra su función como volante-delantero por izquierda pese a algunas desprolijidades. Y porque Messi no estaba solo, Higuaín había vuelto.

Di María, el héroe ante Suiza, se quedó sin partido rápido por un tirón en un mulso tras una habilitación magistral de Messi y un rebote en Kompany. Pero el mendocino Enzo Pérez entró como si nada le pesara e hizo un muy buen partido, incluida una recuperación en la etapa final con pase a Higuaín, caño a Kompany y travesaño.

Messi tuvo un gran primer tiempo. Si hasta fue a apurar a Kompany y lo hizo equivocar y allí nació la jugada del gol. Pero en el segundo el rosarino ya no fue el mismo, perdió injerencia en el juego y hasta se perdió sobre el final un mano a mano ante Courtois, poco visto en su ilustre currículum. Su ausencia la sintió enormemente el equipo y el sufrimiento del final en gran parte fue producto de ello.

Bélgica, el invicto desde las Eliminatorias hasta aquí, recién se despertó a los 20 del primer tiempo. Hazard no fue el líder y hasta fue amonestado por bajar a Biglia, Origi estuvo lejos de merecer la titularidad porque cuando entró Lukaku en el segundo el conjunto de Marc Wilmots fue otro.

Si bien no llegó el segundo gol en la etapa inicial, dio la sensación de que Argentina no pasaba peligro y Bélgica era impotente. Apenas un remate de De Bruyne que controló Romero y un cabezazo de Mirallas fue la única muestra de los belgas.

En el segundo tiempo, Argentina fue más parecida a la que se vio en este Mundial, en parte porque Messi no controló la pelota y Bélgica buscó en el pelotazo y el centro su modo de llegar al empate.

La defensa, que había trabajado bien al principio, con Demichelis saliendo hasta la mitad de cancha, en el segundo falló. Tres errores se le contabilizaron al jugador del City. Basanta la tuvo que pelea en lo alto con Fellaini, el motor de Bélgica en ataque y defensa, y fue Garay el más prolijo aunque al tapar una pelota Romero logró controlar cuando se metía junto al palo.

El primer objetivo del entrenador Alejandro Sabella, estar entre los cuatro primeros, ya se cumplió. Seguramente irá por otros. La historia cuenta que Argentina nunca perdió una semifinal de las cuatro que jugó.

Tras el partido, Lionel Messi, a quien muchas veces se lo castigó por no cantar el himno, revoleó los brazos, se golpeó el pecho y gritó cada canción que bajó de la tribuna para festejar el pasaje a semifinales.

Las camisetas volaban por encima de las cabezas de los jugadores, mientras los hinchas agarraban lo que tenían a mano e imitaban el gesto. Por unos minutos fueron uno. Los jugadores bajaron de su lugar de estrellas y fueron hinchas, se abrazaron y se emocionaron como lo hicieron los miles que llegaron desde Argentina.

Los hinchas ya no tenían voz luego de 90 minutos en los que debieron gritar fuerte para no ser tapados por miles de brasileños que alentaban por Bélgica, pero siguieron. No importaron el sufrimiento del final ni los errores que pusieron en jaque el triunfo argentino.

Mascherano se arrodilló y apretó los puños. Llevó su cabeza al suelo, emocionado. Acaso es en él en quien mejor se reflejan las frustraciones del pasado y el desahogo de hoy. Sufrió en Alemania 2006 al perder por penales con los locales, luego en 2010 tras ser goleado por los teutones, y finalmente hoy festejó.

Los minutos pasaron y el festejo de los jugadores se mudó al vestuario, pero el de los hinchas siguió en las tribunas. Las banderas siguieron en el aire y los gritos de esas gargantas ya gastadas se siguieron escuchando.

Las canciones de siempre, la ilusión de estar en el Maracaná el domingo 13 y el recuerdo, siempre presente, de los «hermanos» brasileños. Hoy los argentinos fueron menos que los brasileños que
alentaron a Bélgica, pero se hicieron sentir y tuvieron su premio, un desahogo que demoró 24 años.

Para algunos afortunados no hay tiempo que perder. La aventura del Mundial sigue y deberán acomodar todo en sus autos, motorhomes y casas rodantes y emprenderán el viaje a San Pablo. Nuevamente al sambódromo en busca de su propio carnaval.